Banco

Es un banco, el lector debería saber que estamos en un banco. No es que estemos en un banco, en rigor es el niño atrofiado el que está en un banco. Los bancos son limpios y eficaces.

Pero oigan: los pasos se deslizan con una codicia secreta. Son pasos que llevan a un crimen.

La escritura es un crimen, pero mayor crimen es el que va a cometer el niño atrofiado. Robar, probablemente matar, probablemente execrar a Dios, y todo aquello que de Él emana.

Ahorro detalles. Ya el banco está en jaque. Una persona en el suelo. Varias o todas las personas están en el suelo, pero una en especial, porque está muerta. Me siento cansado pero escritor y por lo mismo sigo este relato. Yo digo que hay una suerte de escabrosidad en el miedo que hay en el rostro de esa señorita. Es la misma que me atendió días antes, cuando recogí la paga del periódico. Pero me parece que hablábamos de otra cosa.

Sí. El niño atrofiado –psicología– no roba por el dinero, roba por el mero acto de robar. Funciona así. Sus emociones son como círculos, como anillos. Siempre se devuelven a su origen, y eso produce una combustión gratuita, un odio. Por genio, por riguroso, por libertario, y por mejores razones es que al niño atrofiado le ha salido espléndidamente el plan. Los dependientes tienen miedo. Tienen algo de drogadicto que se van cosificando en un rictus de malestar. Cada vez me vuelvo mejor escritor, pueden notarlo con evidencia.

Pero eso no importa, pues lo importante es horadar la cuartilla con ideas y justificaciones.

El niño atrofiado no necesita matar a ninguno más, pero lo hace por, bueno, por divertimiento. A la niña le ha dispuesto un balazo justo detrás del cuello. A la señora le ha roto con la pólvora todos los dientes. Al policía –pobre el policía– le perforó el ojo. Imaginen el desastre.

No imaginen el desastre. Yo lo estoy haciendo por ustedes.

El niño atrofiado le pide al tipo que le abra la bóveda. El tipo obedece. Es un tipo con sentido común. Tiene miedo, pero no es un idiota, sabe manejar el asunto. Por supuesto, eso sí, el niño atrofiado, que es un genio, como ya dije, tiene mejor control. El niño atrofiado es el ser más inteligente del mundo y se siente solo.

No más retórica: estamos dentro de la bóveda. La bóveda es como una caja negra en donde hay una caja negra. ¿Qué puede haber en esta caja? No es dinero. Debería ser dinero, pues estamos en un banco. Pero la verdad, y para fines místicos, es que invento ahora mismo que en esta caja hay una suerte de elixir, una sustancia para desprenderse de la vejez. El niño atrofiado se ha enterado por vías complejísimas que en un banco mínimo y podrido de Guatemala se encuentra entonces el mayor misterio. Así.

El niño atrofiado siente una voluptuosidad teológica, desproporcionada, precipitada. Pero sabe que si quiere salir con vida necesita volver al sigilo, el control, las buenas maneras. Sale de la bóveda, y hay una tensión amarga y estatuaria en la sala.

El niño atrofiado ya se ha esfumado.
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