2014. Esta es la edición blog de mi libro Sala de espera, el primero de cuentos que hice. Quise darle un poco de vida extra, antes que quede arrumbado en el desierto. La idea de subir estos libros y convertirlos en blogs es que permanezcan flotando en el espacio sideral–internético, como asteroides, en espera de alguien que los aviste.
Mismísimos cuentos que se publicaron en papel ya hace más de una década, en 2001 (Magna Terra). Es cierto que varios de estos cuentos fueron posteriormente revisados. Pero aún así, opté por colgarlos tal y como aparecieron en la versión original del libro (salvo una cosa mínima) y no en sus formas corregidas, no sé por qué. El mar dicta; uno escribe–obedece.
De lo aquí presentado, algunos relatos todavía me parecen interesantes, incluso en su vergonzosa inocencia, y otros ya son a mis ojos deleznables, no diré cuáles, pero el lector sabrá reconocerlos muy pronto. No puedo quitarlos, sin embargo, porque me parece que cumplen una función de conjunto.
Verán: Sala de espera nunca fue una recopilación de cuentos escritos por aparte: todos obedecen a una misma trayectoria temática: mi obsesión por los espacios cerrados. Los edificios y apartamentos siempre me han parecido lugares especialmente atrayentes, como se ve en mis novelas Diccionario Esotérico y Un rencor puro y perfecto. En mi novela Los dados torcidos el setting es un condominio. Los condominios y otras variantes de urbanización cerrada son los búnkers de la temerosa –y temible– burguesía guatemalteca.
El cuento más conocido del volumen es por supuesto Ascensor, que siempre mencionan y me lo han antologado más de una vez (dos veces en Alfaguara). También me antologaron Hospital (Páginas de Espuma). Pero yo siempre tuve un cariño por otros cuentos del volumen como Automóvil (hoy es regla hablar de la agresión en las calles, pero en aquella época era algo más inédito) y por Avión (escrito –casi proféticamente– antes del 9/11 y antes que el terrorismo islámico se volviera formalmente el coco global). También Anfitrión y Bar y Sótano tienen algo qué decir.
Por la figura del Niño Atrofiado, que aquí aparece reiterativamente (también aparece en mi poemario Encierro y divagación en tres espacios y un anexo), guardo un cariño; y no soy el único en guardarle cariño, pues algunos fervorosos lectores me han confirmado su afecto por este personaje, que es, claramente, un personaje cómic. Rabia, representa la rabia, mi rabia, la rabia de aquella generación gangrenada que entonces emergía, hoy vieja. Esa rabia o respuesta a la claustrofobia se perdió, lastimosamente; o se volvió una rabia de segunda mano.
El Niño Atrofiado es, en verdad, mi niño interior. Mi niño interior es una Caja Negra.
Los cuentos los pueden accesar en el menú que está a la derecha, en el orden en que aparecieron originalmente, o los pueden leer en el orden que les de la puta gana.
Los cuentos los pueden accesar en el menú que está a la derecha, en el orden en que aparecieron originalmente, o los pueden leer en el orden que les de la puta gana.