Basta con entrar un poco, una nada, al tugurio, al café
tercermundista, y ya se siente su presencia inefable. La presencia inefable del
niño atrofiado.
Es que el niño atrofiado acude con una regularidad intoxicada al
café, y si bien tiene tan sólo, no sé, doce u once años, ya dispone de su vida
como cualquier persona adulta. Excepto que, en rigor, nuestro niño no es una
persona. No sabemos muy bien qué es.
–Niño atrofiado, niño atrofiado... –lo llaman las meseras.
–Soy el niño atrofiado –responde el niño atrofiado con una
sonrisa, diríamos, bastante anormal, en el rostro anormal. Eso: no muy normal.
El niño atrofiado (Antonio, se llama) goza de una inteligencia
sobrenatural, extraordinaria. Es una suerte de acróbata de las ideas, con algo
de bovino cuando piensa. Siempre toma mucho café y siempre muchas anfetaminas.
Así es él.
Al niño atrofiado, o Antonio, le gusta una dama, una puta que se
mantiene en el lugar, a ver qué liga, la puta, en el lugar, a ver. A este
hombrecito le entra cuando la mira un funk en la cabeza, una idea desordenada
de las circunstancias.
Pero nunca le ha hablado, y hoy le quiere hablar, a su pequeño
objeto nocturno (para Antonio todo es un objeto, ya sea esa caja negra, o la
mesera, o el perro, etc.). Fuma con mejor regularidad, fuma con indiscutible
rigor, cuánto fuma: fuma en presente. Las ideas, dentro de su cabeza, son como
el humo exacto y caprichoso que lo rodea. Las anfetas están regadas sobre la
mesa, en orden aparentemente arbitrario, pero no: es un orden meticulosamente
dispuesto, un orden atrofiado.
Bueno, finalmente se levanta, el niño: Antonio.
¿Qué podrá estar pensando? Quizás siente que las relaciones
humanas son atomizaciones de la nada. Quizá ha logrado, por una vía sofisticada
y sólo posible para un iniciado, vaciar su mente de todo pensamiento, de todo
capricho. Quizá piensa que le gustaría otra droga, otra pasta, algo.
Se acerca a su mujer, con una mirada fija y profunda, inhumana
en el fondo, y en la superficie. La mira. Tiene una pistola en la mano. La
mata.
El niño atrofiado ha sufrido una crisis nerviosa.